jueves, 23 de mayo de 2013

Los diminutivos y los tratamientos

Siempre me parecía molesto. Personas a las que acababa de conocer, o familiares lejanos, que a la más mínima ocasión me llamaban Pedrito. Ni en mi familia cercana me llaman así, algún tío quizá muy esporádicamente y debido en mayor parte a que mi padre se llamaba igual que yo, Pedro. No me cabía en la cabeza cómo se atrevían a tomarse tanta confianza. Con el tiempo me fui acostumbrando, cosas de las diferencias culturales, si me quieren llamar así es por cariño, aunque a mí me resulte extraño.

El otro día le pasó a mi mujer al contrario. En el parque una niña jugaba con nuestra hija, y le dijo “¿Cómo estás, Carlita?” La niña, muy digna le contestó “No me llamo Carlita, me llamo Carla”. Luego lo hablábamos en casa, nos reíamos de estas curiosidades. Hasta algunas personas que he conocido a través del blog y que nunca nos hemos visto las caras en persona me llaman ahora Pedrito. Pues bienvenido sea, que lo hacen con la mejor de sus intenciones. Mi mujer en cambio tiene que llevarse la parte más difícil, no llamar a los niños aquí en España con diminutivos.
Le pasa lo contrario cuando hablamos en familia. Después de 7 años todavía le llama a mi madre de usted. Mi madre ya se ha acostumbrado, pero cuando hemos ido al pueblo hace unas semanas los primos insistían en que los tutease, pero no había manera. En cambio yo a mi suegro empecé a tutearle a la semana de conocernos y creo que no le sentó nada bien, le preguntó en privado a mi mujer que si en España era normal no respetar a los mayores. Hoy en día todavía mezclo el usted con el tú con mi suegra, no hay manera de que me decante entre el cariño del tuteo y el respeto del usted. La pobre pensará que no tengo las ideas claras.
Y luego está el vosotros y el ustedes. Aun no logro comprender por qué en Hispanoamérica sí se usa el tú pero no el vosotros. Nada, en plural siempre ustedes. Un español que quiera pasar desapercibido allí se delatará en el primer vosotros, si es que no lo ha hecho ya con un “coger”, un “coño” o un “joder” o más violentamente al cagarse en algún miembro del santoral si no en el mismo Dios.
Pero retomemos el tema de los diminutivos. Hay una palabra que me llamó mucho la atención que los diminutivos son diferentes en España y Chile, y es la palabra “mano”. En España el diminutivo es manita, en Chile, y creo que en el resto de Hispanoamérica es manito. La primera vez que lo oí me sonó como un tenedor rayando un plato. Estridente.
Le empecé a dar vueltas, le tenía que demostrar a estos chilenos que se equivocaban, que lo correcto era manita, si es femenino, ¿cómo iba a acabar en o? (por cierto, me pregunto quién decidirá el género de las palabras que tiene a todos los extranjeros volviéndose locos cuando aprenden nuestro idioma). Busqué otros ejemplos,” a ver, por ejemplo agua, diminutivo agüita, ups, vale, espera, que esa no cuenta, que agua es femenino, lo que pasa es que decimos “el” agua porque empieza por a. Me libré, a ver otra, moto, esa me valdrá, diminutivo, motito, vaya, pero tampoco me vale, es porque viene de motocicleta y no cuenta, a ver uno masculino que acabe en a, mapa, el diminutivo sería mapita, tema, temita, problema, problemita…” Nada, no hubo manera, cada ejemplo que busqué debe la razón a chilenos.
La RAE reconoce ambas formas y nos dice que manita sería lo común en España y México, y manito es lo común en América (sin contar México, claro):

mano. 1. ‘Parte del cuerpo que comprende desde la muñeca hasta la punta de los dedos’. Es femenino: la mano. Para el diminutivo son válidas las formas manito y manita. Lo habitual en la formación de los diminutivos de nombres que acaban en -a o en -o es que el sufijo conserve la misma vocal final del sustantivo, independientemente de cuál sea el género gramatical de este: la casa > la casita, el mapa > el mapita, el cuadro > el cuadrito, la moto > la motito. En el caso de mano, excepcionalmente, se han generado ambas formas; así, manito, que mantiene la -o final del sustantivo, es la forma habitual en la mayor parte de América: «Saluda a Cámara con la manito» (Cuzzani Zorro [Arg. 1988]); y manita, que se ha generado atendiendo al género gramatical del sustantivo mano, y no a su vocal final, es la forma que se usa habitualmente en España y en México: «Nomás se despidió con la manita» (Monsiváis Ofensiva [Méx. 1979]). Menos frecuente es el diminutivo manecita, también correcto: «Él, enamorado, apretaba más la tierna manecita» (Derbez Usos [Méx. 1988]).

Ahora que cantamos a nuestra hija canciones infantiles la vamos a volver un poco loca diciendo unas veces manito y otras manita. Les dejo una canción con versiones diferentes por si tenéis (o tienen) hijos pequeños

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